Por Colombia Soberana
Como lo dice Julián Conrado en su canción seis de Diciembre, la masacre de las bananeras, aunque no sea una de las primeras en Colombia, es una de las más inolvidables para el pueblo Colombiano. Sucedió el seis de diciembre del año 1928, en la región bananera de Colombia, en el municipio de Ciénaga.
Era Miguel Abadía Méndez, un abogado y político conservador, el presidente en aquellos años (1926 - 1930) y su ministro de guerra era Ignacio Renjifo.
Como ahora, la clase política y oligárquica colombiana se arrodillaba ante el gobierno estadounidense y las empresas extranjeras. La United Fruit Company, que llevaba 30 años en Colombia, aprovechando el olvido en que la rama ejecutiva y legislativa tenía a los obreros, los mantenía en condiciones miserables, no había forma de protestar, pues no existía legislación laboral alguna que los protegiera.
Ante esta y otras situaciones de desigualdad e injusticia en la región se rebelaron los obreros de la ya mencionada empresa internacional y contaron con un apoyo popular nunca antes visto reuniendo así 25 mil huelguista entre los que se encontraban obreros de la empresa, habitantes del municipio, indígenas de la Sierra Nevada, comerciantes, ganaderos e incluso soldados que desertaban de las filas del ejército.
La huelga transcurría con calma, en forma pacífica, pero como lo mencionábamos antes, con gran apoyo popular, lo que asustó a los representantes de la United Fruit Company.
Ante esta situación el gobierno, siempre al servicio de los altos intereses económicos, ordena a su ministro de guerra Ignacio Rengifo, trasladar un contingente de soldados al mando del Comandante General Carlos Cortés Vargas y , ante las deserciones presentadas, los acuarteló.
Después de más un mes de huelga, El cinco de diciembre, fue el día en el que se negociarían los nueve puntos de el pliego de exigencias de los trabajadores bananeros, entre los cuales se encontraban: la abolición del sistema de contratistas, el aumento general de los salarios, el descanso dominical remunerado, la indemnización por accidente y la construcción de viviendas decorosas para los obreros de la zona bananera.
La empresa seguía en su negativa y el contingente de Carlos Cortés Vargas, conformado por unos 300 hombres armados rodearon a unos 5000 huelgístas asesinándolos a sangre fría. La tradición oral nos relata que es el propio Cortés dio la orden de fuego por tres veces.
Entre las víctimas de esta repugnante masacre se encontraban los líderes de la huelga Bernardino Guerrero y Erasmo Coronel. Como los asesinados fueron arrogados al mar por las tropas del ejército, el número de víctimas es aún, después de 84 años, desconocido .
Las primeras versiones oficiales hablan de nueve "agitadores comunistas" muertos. después en los telegramas enviados el siete de diciembre por el consulado Estadounidense en Santa Marta al Departamento de Estado de Estados Unidos, se menciona la cifra de 50 asesinados. El 29 de del mismo mes se hablaban de 500 a 600 víctimas y el 16 de Enero, en un comunicado, la United Fruit Company admite que la cifra de fallecidos podría sobre pasar las 1000 personas. Sin embargo, documentos de la época y las posteriores declaraciones de las víctimas sobrevivientes, dan cuenta de que los asesinados vilmente ese día podrían llegar a ser 3000.
Ante esta cifra enorme, lo que reinó en ese tiempo, y sigue hasta hoy, fue la impunidad. Los medios de comunicación de la época, que no habían casi informado sobre la huelga empezada el doce de noviembre, divulgaban que aunque los obreros habían empezado la huelga pacíficamente, entre ellos se encontraban los comunistas y sus pretensiones de una revolución Bolchevique.
"Los diarios conservadores se referían a ella como a una peligrosa conspiración comunista, y los liberales daban cuenta de las justas peticiones formuladas por los trabajadores de la zona bananera; pero sin mayor despliegue en unos y otros.Los primeros comunicados recibidos en Bogotá daban cuenta de que los huelguistas, hasta ese momento pacíficos, manipulados por agitadores comunistas, habían emprendido una revolución de tipo bolchevique cuyo primer paso era la degollina de los directivos de la United Fruit y de sus familias, acto que debía ejecutarse el 6 de diciembre, lo que obligó a la pronta intervención del ejército." ( banrepcultural.org)
La impunidad reinó también en lo judicial. El Comandante General Cortés Vargas no fue sancionado de ninguna forma por este hecho, es más , Ignacio Rengifo lo ascendió y lo nombró comandante de la policía de Bogotá. Rengifo y Cortés renunciarían un año después a sus cargos por un hecho diferente. En una protesta callejera, en julio de 1929, en la capital resultaría un muchacho universitario muerto, Gonzalo Bravo Pérez, el papá del joven, aparte de pertenecer a la élite capitalina, era un amigo personal del presidente Abadía Méndez.
Respecto a lo poítico el partido liberal envió al lugar al representante Jorge Eliecer Gaitán para enterarse de primera mano sobres la situación en las bananeras.
El debate no se haría esperar "Gaitán investigó a fondo. Realizó más de un centenar de entrevistas con obreros y pobladores de la zona, tomó fotografías de cadáveres insepultos y de los destrozos ocasionados en Ciénaga y Sevilla, que se atribuyeron en principio a los huelguistas y que, según la investigación de Gaitán, fueron ocasionados, en su mayor parte, por la tropa y por orden de su comandante el general Cortés Vargas. Armado con una documentación impresionante, regresó Gaitán a Bogotá, y los días 3, 4, 5 y 6 de septiembre de 1929 suscitó uno de los más intensos e históricos debates que se hayan vivido en el parlamento colombiano." (http://www.banrepcultural.org)
Las consecuencias inmediatas de la Masacre de las bananeras sería la desbandada del movimiento obrero y la aceptación por parte de los trabajadores bananeros de las condiciones de miseria que ofrecía la United Fruit Company.
Posterior a ello se presentarían los asesinatos selectivos de algunos de los líderes obreros que intervinieron en la huelga, volviéndose con el tiempo una política de estado el asesinato a sindicalistas.
A largo plazo, la Masacre de las Bananeras y en general la guerra declarada del poder contra el pueblo colombiano, generaría más descontento y rabia en los habitantes de este país y terminaría siendo el hito de las luchas campesinas y sociales, pero también del aumento de la represión y las medidas violentas contra campesinos, obreros, colonos, estudiantes y políticos de oposición.
Para terminar nadie en Colombia encontraría otra manera de relatar este acontecimiento que Gabriel García Márquez en Cien Años de Soledad:
http://www.acantioquia.org
"Sucedió el seis de diciembre de 1928,
sucedió el seis de diciembre de 1928,
Pa' que se olvide es trabajoso,
El pueblo lo recuerda Siembre.
Lo que los obreros reclamaban,
En forma pacifica ese día,
Era solo que la compañía
Un salario más digno pagara,
Pero de la forma mas macabra
El gobierno a los gringos complacía,
Por eso es que el ejército a sangre fría
Coge al pueblo indefenso y lo ametralla"
Julián Conrado
Miguel Abadía Méndez |
Como ahora, la clase política y oligárquica colombiana se arrodillaba ante el gobierno estadounidense y las empresas extranjeras. La United Fruit Company, que llevaba 30 años en Colombia, aprovechando el olvido en que la rama ejecutiva y legislativa tenía a los obreros, los mantenía en condiciones miserables, no había forma de protestar, pues no existía legislación laboral alguna que los protegiera.
Líderes de la huelga: María Cano, Pedro M. del Río, Bernardino Guerrero Raúl Eduardo Mahecha, Nicanor Serrano y Erasmo Coronel. |
La huelga transcurría con calma, en forma pacífica, pero como lo mencionábamos antes, con gran apoyo popular, lo que asustó a los representantes de la United Fruit Company.
Ante esta situación el gobierno, siempre al servicio de los altos intereses económicos, ordena a su ministro de guerra Ignacio Rengifo, trasladar un contingente de soldados al mando del Comandante General Carlos Cortés Vargas y , ante las deserciones presentadas, los acuarteló.
La empresa seguía en su negativa y el contingente de Carlos Cortés Vargas, conformado por unos 300 hombres armados rodearon a unos 5000 huelgístas asesinándolos a sangre fría. La tradición oral nos relata que es el propio Cortés dio la orden de fuego por tres veces.
Entre las víctimas de esta repugnante masacre se encontraban los líderes de la huelga Bernardino Guerrero y Erasmo Coronel. Como los asesinados fueron arrogados al mar por las tropas del ejército, el número de víctimas es aún, después de 84 años, desconocido .
Las primeras versiones oficiales hablan de nueve "agitadores comunistas" muertos. después en los telegramas enviados el siete de diciembre por el consulado Estadounidense en Santa Marta al Departamento de Estado de Estados Unidos, se menciona la cifra de 50 asesinados. El 29 de del mismo mes se hablaban de 500 a 600 víctimas y el 16 de Enero, en un comunicado, la United Fruit Company admite que la cifra de fallecidos podría sobre pasar las 1000 personas. Sin embargo, documentos de la época y las posteriores declaraciones de las víctimas sobrevivientes, dan cuenta de que los asesinados vilmente ese día podrían llegar a ser 3000.
Ante esta cifra enorme, lo que reinó en ese tiempo, y sigue hasta hoy, fue la impunidad. Los medios de comunicación de la época, que no habían casi informado sobre la huelga empezada el doce de noviembre, divulgaban que aunque los obreros habían empezado la huelga pacíficamente, entre ellos se encontraban los comunistas y sus pretensiones de una revolución Bolchevique.
"Los diarios conservadores se referían a ella como a una peligrosa conspiración comunista, y los liberales daban cuenta de las justas peticiones formuladas por los trabajadores de la zona bananera; pero sin mayor despliegue en unos y otros.Los primeros comunicados recibidos en Bogotá daban cuenta de que los huelguistas, hasta ese momento pacíficos, manipulados por agitadores comunistas, habían emprendido una revolución de tipo bolchevique cuyo primer paso era la degollina de los directivos de la United Fruit y de sus familias, acto que debía ejecutarse el 6 de diciembre, lo que obligó a la pronta intervención del ejército." ( banrepcultural.org)
La impunidad reinó también en lo judicial. El Comandante General Cortés Vargas no fue sancionado de ninguna forma por este hecho, es más , Ignacio Rengifo lo ascendió y lo nombró comandante de la policía de Bogotá. Rengifo y Cortés renunciarían un año después a sus cargos por un hecho diferente. En una protesta callejera, en julio de 1929, en la capital resultaría un muchacho universitario muerto, Gonzalo Bravo Pérez, el papá del joven, aparte de pertenecer a la élite capitalina, era un amigo personal del presidente Abadía Méndez.
Respecto a lo poítico el partido liberal envió al lugar al representante Jorge Eliecer Gaitán para enterarse de primera mano sobres la situación en las bananeras.
El debate no se haría esperar "Gaitán investigó a fondo. Realizó más de un centenar de entrevistas con obreros y pobladores de la zona, tomó fotografías de cadáveres insepultos y de los destrozos ocasionados en Ciénaga y Sevilla, que se atribuyeron en principio a los huelguistas y que, según la investigación de Gaitán, fueron ocasionados, en su mayor parte, por la tropa y por orden de su comandante el general Cortés Vargas. Armado con una documentación impresionante, regresó Gaitán a Bogotá, y los días 3, 4, 5 y 6 de septiembre de 1929 suscitó uno de los más intensos e históricos debates que se hayan vivido en el parlamento colombiano." (http://www.banrepcultural.org)
Las consecuencias inmediatas de la Masacre de las bananeras sería la desbandada del movimiento obrero y la aceptación por parte de los trabajadores bananeros de las condiciones de miseria que ofrecía la United Fruit Company.
Posterior a ello se presentarían los asesinatos selectivos de algunos de los líderes obreros que intervinieron en la huelga, volviéndose con el tiempo una política de estado el asesinato a sindicalistas.
A largo plazo, la Masacre de las Bananeras y en general la guerra declarada del poder contra el pueblo colombiano, generaría más descontento y rabia en los habitantes de este país y terminaría siendo el hito de las luchas campesinas y sociales, pero también del aumento de la represión y las medidas violentas contra campesinos, obreros, colonos, estudiantes y políticos de oposición.
Para terminar nadie en Colombia encontraría otra manera de relatar este acontecimiento que Gabriel García Márquez en Cien Años de Soledad:
“José Arcadio Segundo no hablo mientras no termino de tomar el café.
Debían ser como tres mil murmuro.
¿Qué?.
Los muertos – aclaro él -. Debían ser todos los que estaban en la estación.
La mujer lo midió con una mirada de lastima “ Aquí no ha habido muertos.”, dijo “ Desde los
tiempos de tu tío el coronel, no ha pasado nada en Macondo.”. En tres cocinas donde se
detuvo José Arcadio Segundo antes de llegar a la casa le dijeron lo mismo “ no hubo muertos.”.
Paso por la plazoleta de la estación y vio las mesas de fritanga amontonadas una encima de
otra y tampoco allí encontró rastro alguno de la masacre.”.
“Muchos años después, ese niño había de seguir contando sin que nadie se lo creyera, que había visto al teniente leyendo con una bocina de gramófono el Decreto número 4 del Jefe Civil y Militar de la provincia. Estaba firmado por el general Carlos Cortez Vargas y por su secretario, el mayor Enrique García Isaza y en tres artículos de ochenta palabras declaraba a los huelguistas cuadrilla de malhechores y facultaba al ejército para matarlos a bala. Leído el decreto, en medio de una ensordecedora rechifla de protesta, un capitán sustituyo al teniente en el techo de la estación y con la bocina del gramófono hizo señas de que quería hablar. La muchedumbre volvió a guardar silencio. Señoras y Señores - dijo el capitán con una voz baja, lenta y un poco cansada-, tienen cinco minutos para retirarse. La rechifla y los gritos redoblados ahogaron el toque de clarín que anuncio el principio del plazo. Nadie se movió. – Han pasado cinco minutos – dijo el capitán en el mismo tono-. Un minuto más y se hará fuego… Embriagado por la tensión, por la maravillosa profundidad del silencio y además, convencido de que nada haría mover a aquella muchedumbre pasmada por la fascinación de la muerte, José Arcadio Segundo se empino por encima de las cabezas que tenía en frente y por primera vez en su vida levanto la voz. ¡Cabrones! – gritó – les regalamos el minuto que falta . Al final de su grito ocurrió algo que no le produjo espanto, sino una especie de alucinación. El capitán dio la orden de fuego y catorce nidos de ametralladoras le respondieron en el acto.”
http://www.acantioquia.org
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